lunes, 17 de enero de 2011

Hogar dulce hogar

No tengo ni la más remota idea de qué echan en televisión los lunes. Supongo que el resto de mis pocos vecinos de bloque tampoco, porque estoy seguro que estando aquí, apoyado como un acróbata en esta antena setentona no hago otra cosa que provocar interferencias en sus televisores. Y como nadie sube a decir nada entiendo que estarán haciendo otra cosa. Me alegra no molestar.

Del resto de la calle puedo ver algunas cosas e intuir bastantes más. Casi todas pequeñeces, pero es que no se ve muy bien todo y mi imaginación llega extenuada al final del día.

Cada familia ha construido su hogar como buenamente ha podido; algunos ven ese programa de lunes de nombre desconocido para mí, otros aprovechan para bajar la ropa tendida ayudándose de la luz de un teléfono móvil, incluso los hay que creo que están hablando de lo necesario que se vuelve un plan de pensiones. Pocos (imagino) que escuchan música con auriculares y dos hermanos de 4 y 6 años juegan a crear inventos imposibles mientras su madre recoge la comida y su padre ve por segunda vez el teletexto de la 2ª cadena, la única que se sintoniza correctamente.

Todos edifican su hogar día a día y conviven como pueden en familia. Puede que no siempre sean ejemplos de comportamiento para sus hijos. En ocasiones utilizan como excusa lo dura de la jornada para resoplar al escuchar las hazañas de Miguel en el partido del recreo y la injusta reprimenda sufrida por Martita por parte del profesor de Conocimiento del Medio. Incluso a veces sacan a Wilco hora y media más tarde de la cuenta.

No son perfectos, en absoluto, pero en ese triángulo escaleno que es la familia, se mantienen honrosamente en pie. Me cuesta juzgarlos, no sé qué pienso sobre ellos.

Pecas el gato huele los restos que asoman de una bola de papel de plata y se da cuenta mucho mejor de todas estas cosas. En realidad lleva aquí mucho más tiempo que yo.

1 comentario:

Soy ficción dijo...

Hey! Yo para ver mi hogar tengo que mirar hacia arriba :)