martes, 17 de agosto de 2010

Tormenta de verano

Un día de campo dentro de cualquier forma viene paciente a echar un rato contigo, contigo de entre todos, y te agarra de la mano con la determinación de las cosas antiguas y con esos ojos decididos de ilusión de quien nace al morir y muere al nacer. Como si te dijeran que "Strawberry Fields" puede olerse. Es la eternidad que te está diciendo sin hablar que es de tontos correr, que camines en paz hacia cualquier soportal, que abras un poco la boca y le dejes caer, que te conviertas en una i griega y seas por una vez una simple forma de vida bajo el cielo.

Una aparición que es el efecto blur de Photoshop sobre una capa cualquiera, por ejemplo tu propia habitacion. Un espectro de naturalidad que con un gesto etéreo te coloca una sábana de seda sobre el pecho. Se desprende el aroma de la tierra recién mojada y te entra mucho sueño. Tanto sueño que claro, aunque los truenos den miedo y los rayos nos dejen siempre esperando algo, de repente ya eres un árbol o una ardilla o una piedra o una rana o una estrella o incluso puede que un molino de río o tomillo o risas de niñas de ocho años o una corriente marina o papel de regalo o el final de una película de Miyazaki y crees en la felicidad y en la raza humana. En todas las razas, en todas las cosas. Y la aparición respira en tu habitación como el ventilador que dejas encendido, pero no se mueve rápido, qué va, te deja hacer en tus sueños y asiente reconfortada.

Un repiqueteo de vida de la buena, de firmezas dulces y sueños de todo tipo: blancos, negros, con lunares, de pasados añorados, ilusiones, alguna envidia incluso -hoy no pasa nada-; te muerdes el labio inferior y el olor penetra y te eleva, deseas gritar, ser poeta, ver caer a tu lado un cuerpo que pronto llenarás de caricias, dos ventanas una frente a la otra, un circuito cerrado de belleza sobre el que se derriten gotas nerviosas, recién nacidas, pronto casi muertas, en plenitud de su ser, arrastrando tras de sí el rastro de la nube como un caracol y dejando el indicio indiscutible de que sí, hoy sí, merece la pena estar vivo.

1 comentario:

Soy ficción dijo...

Eso no ocurre muchas veces, pero cuando ocurre lo inunda todo.