lunes, 7 de febrero de 2011

Blink

Prefiero las noches estrelladas. Mis pupilas reflejan cientos de pequeños guiños luminosos y algún que otro avión volando demasiado bajo incluso para esta porción de cielo. Esos puntos que flotan intermitentes son insondables, inabarcables, inteligibles, forman parte de un universo que nació en días muy antiguos y que sólo se entenderá en un futuro muy futurible. Pero a pesar de todo me hacen mucha más compañía que la inmensa mayoría de las personas. No me preguntan por qué, ni qué, ni cómo, ni dónde o cuándo, me dejan que sea yo quien les pregunte y disfrute como un crío escuchando el silencio de sus respuestas.

Así que espero, paciente, a que aparezcan las estrellas, que me respondan con sus preguntas y tintineen para decirme que todo va a ir bien, porque el universo es enorme y realmente nunca pasa nada. Así que tranquilo.

De todos modos no hay nada de interés abajo y muy poco espacio aquí a mi lado.

A pesar de que intento concentrarme en el cielo se cuelan en mis oídos algunas voces de huéspedes del hotel y el ruido de las ruedas de los cubos de basura que cada familia comienza a sacar al umbral de su puerta. Un perro cuyo ladrido no reconozco parece realmente nervioso. Un coche utiliza cinco maniobras para dar la curva. El perro sigue ladrando. “Oye”, “shhh”, “calla, calla, calla ”. Pasos y personas que entran en la tienda bar.

Se acabó la magia antes de empezar la función. Más suerte la próxima vez. Espero veros pronto, estrellas, estrellitas, estrellas.

1 comentario:

Soy ficción dijo...

Por desgracia en esta ciudad pocas veces se puede disfrutar de ellas. Pero quizás sí, la próxima vez.