lunes, 10 de enero de 2011

Hiperdomingo

Desde la primera tormenta intenté evitar las alturas. Pero el frío cuando viene desde ciertos lugares se cuela por cualquier resquicio de la ropa, de la piel o del espíritu y poco a poco te posee. Así pasan meses y meses. Incluso vidas enteras. Así que, bueno, iré subiendo de nuevo poco a poco, una vez perdido el miedo al frío. O más bien, derrotado por la indiscutible certeza de su poder sobre mí.

No se ve a nadie a esta hora, el cielo está cerrado sobre mi cabeza y no se ve ninguna estrella. Seguramente aquello de allí sea un avión repleto de personas. Qué raro es pensar que hay gente ahí, en el interior de ese puntito intermintente.

La ciudad desde arriba tampoco parece querer dormir, desde luego nada indica que esté especialmente feliz hacia la perspectiva de un nuevo amanecer. Pero tampoco piensa luchar, espera vencida a que las cosas sencillamente pasen.

También es domingo por la noche para ella.

1 comentario:

Soy ficción dijo...

Pues sí, la noche nos encuentra a todos. Incluso a los que van montados en el puntito luminoso.

Qué bien que volviste.